sábado, 13 de agosto de 2011

El estreno

mirá si no es Bellur quien viene acompañada por su joya anafrodisíaca corrosiva, decía Babalú, moncho y lirondo, a su divina gracia, la princesa de Talismania. Mmm, es promisorio el modelito, susurró en una sonrisa maliciosa Melina. Lástima que sea ambidiestro terció Quelpeur, golpeando suavecito el abanico contra el borde de la mesa.
Ah, mes petits cochons, entonó la blonda deslizándose sinuosa junto a su pequeño doncel. Le decía a Jesuis qué raro no haberlos visto en el estreno. No me dirán que la Boroslova no estuvo charmante, oui. Divina, sentenció la princesa, y ese monólogo tan sublime, adoro a Dostoievsky, tan patético, tan draconiano. No se me pongan melosas, vestales y…este niño qué adoró, intervino Quelpeur intencionado. Los ojos, dijo el adolescente, los ojos eran como los de mi madre. Sorpresa y miradas de estupor colectivas. Estaban en un impasse frívolo y esta criatura les pateaba el rodelú.
Ah, la sinceridad de los párvulos, en un segundo volvían sagrado lo baladí.
Muy bien, repuso Quelpeur, y qué más te emocionó, pequeño ángel. Me gustó lo que dijo cuando queda sola en el andén y el tren se va y la nieve cae y…los soldaditos deben estar dormidos a esta hora, mon petit, murmuró Bellur volviendo la conversación a su cauce. Di bonne nuit mesdames et messieurs, nos vemos mis queridos, jusqu’à la prochaine.
Por qué le decís Bellur si todos sabemos que es una pervertidora de menores que se llama Adrienne de Montagu, sentenció Melina mientras la dama se retiraba con su niño. Por Belle de Jour, no me digas que no te recuerda a la Catherine, concluyó Babalú.

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